Parecía
insustituible. En su largo dominio de más de cinco siglos no le había
aparecido ningún rival y muchos apostaban que, por ser una creación
inigualable, su hegemonía era insuperable. Pero en los albores de este
siglo xxi, el libro de papel, ese objeto de culto y fuente de sabiduría
para toda la humanidad ha encontrado un inquietante competidor: el libro
electrónico. Desde la aparición de esas ligeras tabletas la polémica no
cesa en torno al futuro del libro impreso. Para entender las
coordenadas de ese debate, sería oportuno analizar, primero, ¿cuáles son
las ventajas y desventajas de este revolucionario aparato? ¿Podrá
sustituir el llamado e-book al libro tradicional como forma predominante
de leer en el futuro?
Similar en su tamaño a una hoja de papel,
el libro electrónico es más ligero y con una gran capacidad de
almacenamiento, en él se pueden llevar montones de libros. También se
puede aumentar a placer el tamaño de la letra para leer con comodidad.
Si usted es uno de esos lectores que gusta de la cama para disfrutar de
una buena obra encontrará que con la tableta electrónica no se necesita
ambas manos para sostener un grueso volumen. Además, el acceso a las
obras clásicas en ese formato es totalmente gratuito y los precios de
las nuevas obras que salen al mercado es inferior al impreso. Otra de
las comodidades impensables hace solo años atrás es que con un IPad de
la compañía norteamericana Apple o un Kindle de Amazon conectado a
Internet, el usuario puede comprar un libro en cualquier lugar donde se
encuentre.
Como en todo fenómeno novedoso, desde la aparición de
los e-books las opiniones de la comunidad de lectores se ha polarizado.
Muchos, atrincherados en las indudables ventajas y el largo predominio
del libro tradicional se niegan a aceptar que el nuevo libro acabe por
relegar al de papel y lo convierta a la vuelta de unas décadas en un
mero objeto de interés solo para coleccionistas y anticuarios, otros
(los más osados), encandilados por las posibilidades de la nueva
tecnología auguran que el libro tradicional firmará en un futuro cercano
su sentencia de muerte.
Sin embargo, la realidad es más obstinada y
dice otra cosa. El e-book también tiene sus detractores y los
argumentos que esgrimen los defensores del libro impreso no carecen de
validez. Por ejemplo, una de las críticas más comunes está en que el
contacto y roce con las páginas que posee el libro tradicional se vuelve
insustituible ante la frialdad que tiene una pequeña pantalla
electrónica, que deja una sensación de volatilidad e inaprensibilidad.
Otro de los argumentos desfavorables que se le señalan al e-book está en
que no se puede autografiar ni prestar, tampoco se le pueden hacer
anotaciones al margen y comentarios, que –según señalan estudios– ayuda
en el proceso de aprendizaje y memorización de lo leído. La escritora
cubana residente en Estados Unidos Daína Chaviano comenta que con el
e-book “no es posible tener varios libros abiertos a la vez mientras se
hacen cotejos de datos para una investigación” y recuerda cómo varios
estudios demuestran que la “nueva generación que se apoya demasiado en
búsquedas digitales está perdiendo conexiones neuronales muy necesarias
para la memoria y la concentración”.1
A todo ello se
añade el precio de las tabletas, pues la más barata cuesta unos sesenta
dólares, el precio aproximado de tres gruesos libros en papel. Se señala
también que los libros en papel no se apagan ni necesitan conectarse
como el e-book y que a las tabletas digitales en muchos casos les brilla
la pantalla, pero los que defienden al nuevo rival de Gutenberg
recuerdan que este, a diferencia del libro tradicional, no se moja, ni
se arruga, ni puede ser devorado por los insectos.
Entre los
efectos colaterales de la expansión arrolladora del nuevo formato de
libro en países como Estados Unidos está la paulatina desaparición de
las grandes librerías, lo cual ha alarmado a renombrados intelectuales
que no dudan en calificarlo como un efecto pernicioso de la nueva era
digital. Las mayores librerías norteamericanas en la actualidad no las
copan las editoriales de larga data como Harper Collins o Simon &
Schuster, sino la librería virtual Amazon creadora de la tableta Kindle
de vertiginoso crecimiento en el mercado. Un defensor a ultranza de las
tabletas digitales, el laureado escritor mexicano Jorge Volpi, entiende
que la desaparición de librerías es “una enorme pérdida cultural, tanto
como la desaparición de los copistas, pero que el libro electrónico
ofrece el mejor de los mundos posibles: el acceso inmediato al texto que
se busca a través de una tienda online”.2 Volpi confía en
que los precios de esos aparatos seguirán bajando y con ello se dará “el
mayor impulso a la democratización de la cultura en los tiempos
modernos”.
No obstante, considero que las librerías
tradicionales se mantendrán por mucho tiempo, y prueba de ello la
ofrecen declaraciones de libreros españoles que –obviamente– ofrecen una
natural resistencia ante el predominio de la digitalización. Un
reportaje del periódico El País sobre la situación actual de las tiendas
de libros en esa nación europea destaca la opinión de uno de sus
defensores: “Creo que la salud de las ciudades, de los barrios, de los
pueblos de un país se debería estimar por el número de librerías que
alberga y por la calidad de estas. Parece que no ha habido mucha gente
con capacidad de decidir que haya visto esto, que le haya importado el
empobrecimiento paulatino que han sufrido los barrios de una ciudad tan
importante como Madrid con el despojamiento de sus librerías. Librería y
biblioteca, formando un núcleo duro de actividad, deberían estar
siempre en el horizonte de los gestores culturales públicos”.
Lo
que sí sucederá inevitablemente es que las librerías tendrán que
adaptarse al predominio del entorno digital y reinventar su gestión de
venta en función de los nuevos tiempos. El mundo de las nuevas
tecnologías plantea interrogantes también sobre el futuro de editores y
libreros, ya que ante el auge de los textos electrónicos la función del
editor comienza a sufrir un cambio radical y se plantea que está en vías
de desaparecer, dado que muchos autores aprovechan las ilimitadas
posibilidades de Internet y autoeditan y publican su propia obra en la
web, evadiendo esa larga cadena que es edición, promoción y venta en las
librerías. Además, otro de los efectos negativos de esta nueva era es
la piratería, extendida ya en el ámbito de la música y que pudiera
convertirse en una verdadera plaga dentro de la industria editorial,
provocándole un daño irreversible a la imprescindible labor del editor.
El escritor español Fernando Vallejo sentenció: “Cuando cunda en serio
el libro electrónico, esta profesión tan honorable [la de editor] que
empezó algo después de Guttenberg hace 500 años va a quedar más
descontinuada que la de relojero o la de deshollinador”.3
Igualmente,
los estudiosos del mercado editorial plantean que únicamente los
pequeños libreros independientes pudieran no sucumbir ante la oferta
online de las grandes librerías virtuales; solo en la medida en que
logren proporcionar mayores ventajas y servicios a sus clientes y
asimilar con éxito las nuevas tendencias, los libreros lograrán
sobrevivir ante las atractivas tiendas onlines.
Los actuales
paladines del libro electrónico como plataforma predominante de lectura
en un futuro sostienen que la literatura está hecha de palabras, ya sean
habladas o escritas y que podemos cambiar cualquier cosa, menos el
orden de las palabras, Ulises de James Joyce sigue siendo Ulises tanto
en la tipografía Baskerville o en Times New Roman. Lo verdaderamente
esencial es la experiencia de la lectura y no el soporte en que lo
hagamos. Tim Parks, articulista del prestigioso magacín literario
norteamericano The New York Review of Books recuerda: “La experiencia
literaria no radica en un momento de percepción o en un contacto físico
con un objeto material sino en el ejercicio mental de seguir una
secuencia de palabras del inicio al final”.4 En esa misma
línea de análisis se sitúa Jorge Volpi: “¿Por qué cuesta tanto esfuerzo
aceptar que lo menos importante de los libros –de esos textos que
seguiremos llamando libros– es el envoltorio? ¿Y que lo verdaderamente
disfrutable no es presumir una caja de cartón, por más linda que sea,
sino adentrarse en sus misterios sin importar si las letras están
impresas con tinta o trazadas con píxeles? El predominio del
libro-electrónico podría convertirse en la mayor expansión democrática
que ha experimentado la cultura desde… la invención de la imprenta”.5
Por
su parte, los defensores del libro tradicional que tienen en su haber
una larga experiencia y suman a exigentes editores (Jorge Herralde,
Beatriz de Moura, etcétera) como a renombrados escritores (Julian
Barnes, Jonathan Frazen, Andrew Miller, entre otros) argumentan que la
experiencia de leer en papel es única e insustituible, el diseño y la
magia de los libros impresos no tiene comparación posible, opinión con
la que coincide la cubana Daína Chaviano: “En mi biblioteca hay libros
que tienen casi un siglo. ¿Alguien puede creer que, en este mundo donde
cada año el mercado lanza nuevos equipos que obligan a desechar los
viejos, alguien podrá conservar un e-book lleno de apuntes y marcas por
más de cinco años? Lo dudo. Un e-book es un objeto efímero. Un libro es
para siempre”.6
Kevin Kelly, editor de la revista
Wired, especializada en informática y una de las más prestigiosas a
nivel mundial, al referirse a ese debate, expresó: “La experiencia de
tener un libro (tradicional) en las manos va a seguir. Es tan perfecta
que no creo que sea reemplazada”.7 Tan es así que un fabricante francés
de e-books hizo una investigación entre los lectores jóvenes de su país y
lo primero que descubrió fue que a la gente le encanta el olor de los
libros, basado en esa encuesta ideó una suerte de banda que le adosó al
aparato y desprende un olor a papel viejo mientras se lee en pantalla.
Con ello el fabricante quería identificar de la manera más cercana
posible la nueva experiencia de lectura con la tradicional. Para uno de
los más acuciosos historiadores del libro, el estadounidense Robert
Darnton, esa anécdota demuestra el apego de las personas al códice, una
invención contemporánea al nacimiento de Cristo. Ese invento es –según
Darnton– “tan estupendo que ha sobrevivido más de dos mil años sin
mayores cambios estructurales. De ahí el placer de leer libros: el
sentido de contacto con el pasado y también la conveniencia de las
cualidades físicas del códice”.8
Este prestigioso
investigador y profesor de la Universidad de Harvard recuerda un dato
descubierto hace muy pocos años y muy revelador: “Inmediatamente después
de la invención de los tipos móviles por parte de Gutenberg, la
población de manuscritos aumentó. Es incorrecto imaginar la invención de
Gutenberg como algo que eliminó las formas tradicionales de
publicación. Resultó que la publicación de manuscritos continuó por tres
siglos después que se inventó la publicación de libros impresos. Creo
que esto nos enseña una lección: no debemos imaginar que la revolución
digital simplemente va a destruir los viejos medios de comunicación que
utilizan la impresión”.9
La sociedad del futuro
abocada de una manera irreversible hacia el mundo digital no hará
desaparecer el libro en papel. Como ninguno de los grandes inventos de
la humanidad en los últimos siglos anuló al que se pensó superar, el
libro electrónico tampoco lo hará con el libro impreso. Esta nueva
herramienta viene a ser un complemento más en el perenne esfuerzo del
hombre por expandir la lectura y el conocimiento. Darnton lo proclama de
esta manera: “El libro electrónico no hará desaparecer el libro
clásico. Creo que más bien llegaremos a un nuevo equilibrio, una nueva
ecología de lo escrito”.10
Ante las grandes
limitaciones que en Cuba existen no solo para acceder y poseer un e-book
en nuestras manos (aparato cuya existencia incluso muchos desconocen),
sino para mantenernos informados de las tendencias y cambios del mundo
editorial contemporáneo, es que ofrezco esta panorámica de los cambios
que a nivel global están ocurriendo en el mundo editorial. En la
actualidad –aunque a precios muy altos para el bolsillo común–, en el
mercado subterráneo de la Isla, ya se comercializan esos libros que
tanta polémica han provocado entre intelectuales y lectores de buena
parte del planeta y que ha venido a revolucionar el acto de la lectura.
Sin desconocer los obstáculos inherente a la situación económica actual,
solo deseo que nuestro país se inserte de una manera más ágil a esa
dinámica para alcanzar un mayor acceso al conocimiento que, sin duda,
ofrece el libro electrónico, herramienta cultural del presente y del
futuro.
Notas
1
Daína Chaviano: “¿Por qué no me gustan los e-books?”,
http://www.blog.dainachaviano.com/2012/03/05/por-que-no-me-gustan-los-e-books/.
2 Jorge Volpi: “Réquiem por el papel”, http://www.elpais.com/diario/2011/10/15/opinion/1318629612_850215.html.
3 Juan Cruz: “¿Qué será de las librerías?”, http://www.elpais.com/diario/2011/04/22/sociedad/1303423201_850215.html.
4 Tim Parks: “Los libros no se queman”, http://www.nybooks.com/blogs/nyblogs.
5 Jorge Volpi: “Réquiem por el papel”, http://www.elpais.com/diario/2011/10/15/opinion/1318629612_850215.html.
6 Daína Chaviano: “¿Por qué no me gustan los e-books?”, http://www.blog.dainachaviano.com/2012/03/05/por-que-no-me-gustan-los-e-books/.
7 Andrés Hax: “El futuro del libro”, http://www.edant.clarin.com/suplementos/cultura/2006/10/21/u-01293953.htm.
8 Boris Muñoz: “El libro: fabulosa máquina”, entrevista al historiador Robert Darnton, http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=1672.
9 Robert Darnton: “Los libros y los e-books se complementan”, http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/libros-ebooks-complementan_0_648535151.html.
10 La Biblioteca Google: “Entrevista con Robert Darnton”, http://www.letraslibres.com/revista/entrevista/la-biblioteca-google?page=0,0.
2 Jorge Volpi: “Réquiem por el papel”, http://www.elpais.com/diario/2011/10/15/opinion/1318629612_850215.html.
3 Juan Cruz: “¿Qué será de las librerías?”, http://www.elpais.com/diario/2011/04/22/sociedad/1303423201_850215.html.
4 Tim Parks: “Los libros no se queman”, http://www.nybooks.com/blogs/nyblogs.
5 Jorge Volpi: “Réquiem por el papel”, http://www.elpais.com/diario/2011/10/15/opinion/1318629612_850215.html.
6 Daína Chaviano: “¿Por qué no me gustan los e-books?”, http://www.blog.dainachaviano.com/2012/03/05/por-que-no-me-gustan-los-e-books/.
7 Andrés Hax: “El futuro del libro”, http://www.edant.clarin.com/suplementos/cultura/2006/10/21/u-01293953.htm.
8 Boris Muñoz: “El libro: fabulosa máquina”, entrevista al historiador Robert Darnton, http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=1672.
9 Robert Darnton: “Los libros y los e-books se complementan”, http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/libros-ebooks-complementan_0_648535151.html.
10 La Biblioteca Google: “Entrevista con Robert Darnton”, http://www.letraslibres.com/revista/entrevista/la-biblioteca-google?page=0,0.